lunes, 3 de abril de 2023

 

PRESENTACIÓN. -VERSOS DE PASIÓN

 

Se hace silencio penitencial la noche del Lunes Santo en la ciudad de Coria. El Santísimo Cristo de los Afligidos recorta su imagen de dolor sobre las vetustas piedras del antiguo adarve cauriense. Los hermanos cofrades custodian el paso del Varón de Dolores bajo los hábitos monacales y las ondulantes luces de las antorchas. Suenan las cinco llagas en los toques alternos de esquila y tambor que rompen como heridas sonoras el clamor silencioso de la noche. De pronto, desde una de las altas ventanas enrejadas del consagrado convento de la Madre de Dios, se oye claro y limpio el poema. El silencio ya es total. El corazón se hace voz en la garganta emocionada de una de las hermanas de la Tercera Orden Franciscana, y el poema es oración y es súplica y es perdón y es piedad y es camino de espinas hacia la salvación.

La poesía se torna clamor sosegado ante la imagen detenida y escuchante de nuestro Santísimo Cristo de los Afligidos. Los versos resuenan como ecos de oración entre los perfiles antiguos del casco histórico. Y hasta el quejido sonoro de las llagas guardan silencio para escuchar la súplica poética. La poesía se convierte en alado cauce de esperanza, en deseo de júbilo tras el martirio de la Cruz.

 En este libro que ahora tienes en tus manos querido lector, se agrupan, como un ramo de oraciones, estos poemas, estos versos de pasión que nuestras queridas hermanas franciscanas y otros autores han escrito a nuestro Santísimo Cristo de los Afligidos, así como otros poemas religiosos que hemos creído conveniente incluir también en el poemario. La mayoría de ellos han sido declamados durante el recorrido de nuestra estación penitencial.


 Con la edición y divulgación de este libro deseamos dejar constancia de la importancia y el valor de la poesía religiosa, y, en este caso en concreto, de la poesía de penitencia.

 Hemos decidido ilustrar los poemas con imágenes escogidas de nuestro Santísimo Cristo y de nuestra procesión, gentilmente facilitadas por Foto Estudio Karpint, a quien damos las gracias.

 Con motivo de la edición de este libro queremos tener un recuerdo especial para todos los hermanos de nuestra cofradía fallecidos en el pasado año y en los anteriores; que a todos ellos Dios los tenga a su lado.

 Concluimos esta presentación, dándote las gracias a ti querido lector y expresarte que hemos deseado celebrar el vigésimo quinto aniversario de nuestra Cofradía ofreciéndote este poemario en el que tanto rezo sincero y tanta devoción han puesto sus autores. Deseamos de corazón disfrutes de su lectura y, sobre todo, reflexiones sobre su contenido, convirtiendo el fondo y la forma de los poemas en oraciones y en diálogos íntimos y sinceros con Dios que nos mira piadoso desde el martirio de la Cruz.

 

                                                      Cruz Díaz Marcos

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 9 de septiembre de 2019


HABLAR PARA ENTENDERNOS.
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Uno observa y piensa, metido, como un grano de vida más, entre una sociedad manipulada por infinidad de influencias. Mientras vamos comprobando y sufriendo que la clase política pierde claramente su valor genético ante la lucha irresponsable de intereses de poder, no sabiendo o no queriendo encontrar cauces de entendimiento que hagan factible la estabilidad de un país que empieza a manifestar síntomas de deterioro democrático y de retroceso económico; aparece de nuevo, siempre ante el inicio del curso escolar, la problemática educativa.
Quizá no resida el problema en reflejar en los libros de texto (evidente amparo legal) las diferentes peculiaridades, sociales, históricas, científicas etc., y, por consiguiente, educativas, de las comunidades autónomas. Pero el núcleo básico de la educación debería ser global, común a todo el territorio nacional. No es admisible, y mas en el ámbito educativo, intentar falsear la historia o inventarse conceptos históricos inexistentes porque así lo requieran los fines políticos de cada territorio. Es la ciencia la que debería tener la última palabra en el diseño de la estructura educativa y no la política. Las considerables diferencias de gasto publico en el ámbito educativo entre los diferentes territorios de España. La enorme proliferación de decretos, leyes y normas relacionadas con la educación a nivel autonómico. Las diferencias en las materias, en los conceptos y en los libros de texto, distintos en cada comunidad, disparan el gasto público en el sector educativo y acentúan las desigualdades entre el alumnado.
No puede ni debe ser sostenible un sistema que promueve la desigualdad. El Artículo 27 de la Constitución lo reseña claramente. “Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”
No se puede seguir permitiendo un concepto histórico erróneo como es el de la Corona Catalano-Aragonesa, concepto que aparece en la pagina web oficial de la Generalitat de Cataluña y, lo que es mas grave, en los libros de Geografía e Historia de los colegios catalanes. No es admisible que se intente dejar de enseñar los ríos de España y del mundo a los alumnos de Canarias, simplemente porque en ese territorio no hay ríos. Es aberrante pretender limitar el ámbito educativo a un determinado territorio cuando los conceptos básicos de la educación son universales.


Una vez escribí que consideraba el dialogo social y, como consecuencia, el acuerdo, como un gran puzle, en el que cada pieza debe encajar cediendo y ocupando espacios. Hoy mas que nunca la sociedad, la clase política, los sectores educativos, necesitamos llegar a acuerdos a través de un dialogo libre de intereses particulares. Siempre, en estos casos, nos viene a la mente el ejemplo de la transición. Algunos dirán que eran otras circunstancias y otros tiempos, pero está claro que, si somos lo suficientemente sensibles a las necesidades sociales, nos daremos cuenta de que siempre existen motivos para el dialogo y para el acuerdo y, hoy, quizá, mas que nunca, por que es hoy, el ahora de ahora.
La irresponsabilidad de la clase política actual, de abocarnos a unas nuevas elecciones generales, las cuartas en cuatro años y la de seguir manteniendo un sistema educativo plagado de anomalías y desigualdades, nos provoca un impulso contenido de rabia e impotencia a los humildes españolitos de a pie, entre los que me incluyo.

miércoles, 10 de abril de 2019

LA EUTANASIA, UNA OPCION CRISTIANA


Cuando el cuerpo, la vida, es un espacio carnal de dolor, cuando el sufrimiento se hace insoportable, cuando ya no hay visión de nada que no sea el deseo de escapar de una situación atroz e irreversible, cuando sabemos que nos miran ojos queridos, llenos de lágrimas, por una situación de infinita angustia, nos preguntamos ¿Cuál es la decisión? ¿debemos permanecer en este sufrimiento, en este camino de espinas sin salida, o ayudar a descansar al que sufre así? Cristo, en el Huerto de los Olivos, lo pidió, sudando sangre: “Padre, aparta de mi este cáliz”. y en otro momento del Evangelio dijo “Misericordia quiero, y no sacrificios” Mateo 9.9.13.
La actualidad, nos ha puesto, una vez más, en la mesa de la opinión pública, el escabroso y delicado tema de la eutanasia. Era inevitable que los políticos intentasen sacar tajada de la emoción social que produjeron las imágenes y las palabras de Ángel Hernández ayudando a morir a su esposa María José Carrasco, pero tengo que decir que me parece deleznable aprovechar los ecos emocionales de una tragedia familiar para intentar conseguir unos cuantos votos.
La eutanasia, “bien morir”, que esa es su raíz etimológica, es un espacio permanente en la conciencia social del ser humano. Quizá para intentar dar una solución legal y/o moral al problema deberíamos preguntarnos ¿Cómo concebimos la existencia humana? ¿Hasta que punto podemos considerar vida digna una situación de profundo deterioro físico o psicológico? Tal vez la respuesta este en la conciencia de cada cual, en una decisión personal, tomada bajo casos extremos de sufrimiento y dolor irreversibles, en plena facultades mentales y con arreglo a las creencias o sentimientos religiosos, o no, de cada uno de nosotros.
Es difícil opinar desde el exterior del dolor, desde fuera de la piel del enfermo, pero es muy probable que, ante la imagen angustiosa de un ser querido, sufriendo un día tras otro y pidiéndonos constantemente descansar de ese amargo suplicio, no haya algún Ángel Hernández que se decida a tender su mano para ayudar a esa persona tan amada a dar el paso hacia una muerte liberadora, como un acto de amor y misericordia.
Considero que la eutanasia puede y debe ser admisible en casos extremos, cuando la vida se convierte en un calvario de dolor y sufrimiento irreversibles y así lo solicita el enfermo junto con la familia, pero, mi opinión, es que, jamás en otros casos. El vertiginoso avance de la ciencia y, en concreto de la medicina, esta haciendo posible la puesta en practica de medios y cuidados paliativos que pueden hacer llevadera una vida con un mínimo de dignidad y decoro, aliviando el dolor y el sufrimiento. Debemos anteponer la aplicación de estas medidas a cualquier otra decisión. Pero cuando la existencia de un ser humano, a pesar de la previa dación de estos medios, se convierte en un camino de dolor y sufrimiento sin retorno, cuando el enfermo en estas circunstancias, desde su plena conciencia, decide y solicita dejar de sufrir ¿quiénes somos nosotros para impedírselo? Nadie es dueño de la vida del prójimo, por ello pienso que la sensibilidad social y humana de un estado debe admitir esta realidad evidente, y, en primer lugar, eliminar la condena, para ofrecer después apoyo y ayuda, vía legal, a aquellos enfermos terminales que, en una situación de extrema y dolorosa gravedad, decidan que se les debe aplicar la eutanasia, Por supuesto que la ley debe ser concreta y concisa en un problema tan sumamente delicado como este, y evitar, al cien por cien, salidas o actitudes que, buscando resquicios o apoyos legales,  no se encuentren, de forma clara, dentro del correspondiente marco legislativo.
Creo sinceramente que se puede estar a favor de la eutanasia desde una concepción cristiana de la vida, como un gesto de caridad, de amor y de misericordia, siempre en estos casos de extrema gravedad, porque la vida es prioritaria, Soy creyente y creo en la misericordia de un Padre bueno que no desea ver sufrir a sus hijos.
Me permito recomendar la lectura del libro La eutanasia, una opción cristiana, de Antonio Monclús (GEU, Granada, 2010). Tres son las ideas principales que expone y que me parecen difícilmente refutables:
1. En la profundidad de la persona se encuentra el lugar de decisión sobre la conducta de uno mismo.
2. La eutanasia es una opción cristiana, y lo es desde la defensa de la vida en plenitud en el más genuino sentido evangélico.
3. El cristianismo no reconoce sentido redentor al sufrimiento, sino que lucha contra él y contra las causas que lo provocan.
            En el prólogo de ese mismo libro se dice: “La eutanasia es un tema incómodo para la ética, para todas las éticas, quizá a partir de una concepción sacral e idealizada de la vida y de una imagen frustrada de la muerte y un terror a la nada. Y no debiera ser así. Todo lo contrario. Porque la buena muerte –ése es el significado etimológico de la palabra- constituye la consecuencia lógica de la propuesta ética del “bien vivir”, de la “vida buena”, de la vida plena, de la calidad de vida, defendida por todas las filosofías morales sin excepción.”  Son palabras de Juan José Tamayo, Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid, teólogo vinculado a la teología de la liberación, escritor y columnista
Es posible que, tras su lectura, no habrá muchos que cambien de opinión, pero encontrarán argumentos sólidos que, al menos, les harán pensar que su postura no es la única válida dentro del cristianismo. Con eso es suficiente.

sábado, 26 de enero de 2019

SOLIDARIOS CON JULEN

Cuando empiezo a escribir este artículo, al final de una mañana, un tanto gris, del mes de enero, después de leer las últimas noticias a través de la prensa digital, aún continúa la incertidumbre por el desenlace del caso Julen. Seguramente, cuando estas líneas salgan a la luz, todo estará ya definitivamente resuelto.
Pero, ante todo, una vez más, ha quedado en evidencia un sentido humano, una disposición, una actitud desprendida, que dignifica y destaca el comportamiento social del pueblo español, la solidaridad; palabra derivada de la raíz latina solidus, que significa sólido, unido, completo. El diccionario de la RAE la define como: adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles.
Los medios de comunicación nos informan de una encomiable actitud solidaria, en una circunstancias tan difíciles y tan emotivas como el caso del niño Julen: trabajadores que piden días libres en su empresa para ayudar en las tareas de rescate, decenas de personas, sobre todo mujeres, que cocinan para los voluntarios, más de 300 profesionales y colaboradores, que han cambiado su forma de vida por unos días para tratar de dar con Julen. Todo esto nos emociona y señala, tal vez, que, en el sentido social y humanitario de los españoles, existe una raíz genética, derivada quizá de experiencias sociales e individuales en circunstancias históricas precarias, que nos hace acudir solidariamente allá donde la necesidad del prójimo lo requiere.
Si esta actitud permaneciera en nuestro día a día, en nuestro convivir cotidiano, si mantuviéramos esta unión social, solidaria, permanentemente, la vida sería mucho más humana, la convivencia sería mucho más cálida y cercana entre todos.
La sociedad española ha demostrado en múltiples ocasiones, y lo digo con claridad, pero sin acritud, que se encuentra muy por encima de su clase política. Mientras los gerifaltes de la cosa pública se empeñan en crear divisiones entre los territorios y la sociedad española a través proclamas ideológicos basados en la supuesta supremacía étnica y social de personas y territorios de España, obligándonos a un continuo enfrentamiento; los ciudadanos de a pie demuestran su unidad, su abrazo común, su unión solidaria, por encima de cualquier tendencia, en casos tan difíciles y tan humanos como este que nos ha ocupado estos días.
Todos, sin haberla visto, hemos reflejado y retenido en nuestra retina la imagen de Julen, un inocente niño de dos años, víctima de unas circunstancias extrañas, dolorosas y adversas.
La empatía con el dolor de los demás nos activa nuestro propio dolor, como una emoción ajena a nuestro interior o nuestro entorno físico, pero que nos crea un lazo de unión emocional con el otro, con los otros, y sentimos esa fuerza anímica que nos lleva a estar allí, con el que sufre, ayudando, colaborando, participando. Esa es la solidaridad que late en los genes del pueblo español, y que, en esta, como en tantas otras ocasiones, han salido a la luz pública.
Ante una tragedia ¿que nos importa la política, ni las ideologías, ni los territorios, ni lo nacionalismos, ni los intereses económicos, ni el dinero? Solo existen las manos del alma para tenderlas hacia el que sufre, solo florece el corazón que siente la emoción contenida por el dolor ajeno. Sin embargo, la solidaridad no debería permanecer solo en el dolor, sino también en la felicidad, en la alegría. La solidaridad completa debería abarcar todos los sentimientos y no solo permanecer en el sufrimiento. Debemos ser solidarios también en el gozo, en la esperanza, en la concordia, en la justicia; porque el sentimiento es común, social y humano. El alma solo sale a la luz cuando la carne se abre en heridas y el sentimiento solidario solo es puro cuando se desnuda la amargura. Sin embargo, insisto, también deberíamos solidarizarnos con el bien ajeno. Si dejáramos la envidia a un lado, para gozar y compartir la alegría del otro, habríamos conseguido derribar uno de los más grandes muros que nos impiden ser felices.
Nos ocupa hoy el caso Julen, y mi deseo, como el de todos, es que se haya resulto de la manera más favorable posible, que esta ilusión y esta esperanza que ha mantenido en pie a los padres, a la familia, a los trabajadores y voluntarios y a toda España, haya tenido un final positivo y feliz. Que esta solidaridad desbordante, haya dado su fruto, que toda esta inquietud y esta tensa espera haya encontrado un final feliz, como el amanecer de la primavera al final del invierno. 
Quiero a provechar la ocasión para pedirle a los políticos que bajen de los estrados, que desciendan al corazón del pueblo y que se den cuenta de una vez que aquí no hay diferencias de clases, ni ideológicas ni territoriales, solo manos y almas unidas en una misma dirección: la vida. Que aprendan que la solidaridad se basa, sobre todo, en crear estructuras legales solidarias, puentes de unión, medidas humanitarias que impidan momentos de dolor y de tragedia como la de nuestro querido niño Julen.